Tomado de “Amasar, la historia de Corfú y Cyrano, 60 años de vida”.
Corfú nació en 1988 cuando los hermanos Danielle y Christian Elie regresaron a Ecuador después de realizar sus estudios universitarios en California. A lo largo de su infancia, Dany fue aficionada a los helados y desde niña hacía helados en su casa.
Los agradables años universitarios en la costa californiana incluyeron algunas preferencias gastronómicas, preferencias que luego fueron gratos recuerdos, recuerdos que se convertirían en inspiración.
La tienda Linda’s Yogurth & Deli, en la playa de Carlsbad, se especializaba en frozen yogurt y helados. Tenía el irresistible decorado que mostraban las series televisivas de la época: una casa de madera a pocos metros del mar, un ambiente relajado y liberal y, entre la clientela, atractivos surfistas con la piel dorada.
Dany y Christian Elie eran habitúes y, en algunas ocasiones, se preguntaron cómo replicar ese concepto en la altitud de Quito.
Christian regresó al Ecuador a mediados de 1987 con su título de ingeniero mecánico. De inmediato, Dany le habló de su idea inspirada en aquel local que tantas veces habían visitado.
Le pidió que imaginara una heladería que constituyera un lugar de encuentro, un sitio lindo que, a diferencia de las pocas otras heladerías que existían en Quito, provocara ganas de quedarse a pasar un buen momento. Le propuso que fueran socios y él aceptó sin dudarlo.

Cuando era niña, Dany solía hacer helados de crema y café en una pequeña batidora a manivela que todavía guarda como una reliquia. Los preparaba en el patio de su casa y los compartía con los amigos, pero, salvo el recuerdo de aquel simpático pasatiempo, ni ella ni su hermano tenían conocimientos serios como para emprender un negocio.
Tampoco tenían suficiente capital, por lo que su padre, entusiasmado tanto como ellos (tenía presente que él mismo, desde el inicio de Cyrano, había vendido helados), fungió como garante para que la Corporación Financiera Nacional les hiciera un préstamo a diez años.
Compraron dos máquinas italianas de marca Carpigiani, las mejores y más reputadas hasta la actualidad, y Dany fue a Guayaquil por unos días para adentrarse en la fina artesanía del “gelato” italiano con los representantes de la empresa Carpigiani que viajan por el mundo impartiendo talleres.
Encargados por completo del emprendimiento, Christian y Dany dedicaron seis meses al proceso de prueba y error hasta dejar lista la fórmula adecuada.
Las máquinas (aún rinden como en los primeros años) funcionan con un depósito refrigerante en el que se asienta un contenedor giratorio. La mezcla puesta en el contenedor es batida por un brazo mecánico que, a la vez, la desprende de sus paredes a medida que va tomando consistencia.
Ese proceso aparentemente sencillo, que salvo por las diferencias en el instrumental, es en el fondo el mismo que se utiliza para preparar helados de paila y requirió de la suficiente experimentación para que los helados de los hermanos Elia pudieran presentarse al público y causar impacto.
El nombre de la heladería, Corfú, fue pensado así: debía ser corto, directo y reconocible en cualquier idioma, debía evocar sol, playa, frescura y, en general, un ambiente disfrutable alrededor de este manjar universal: el helado.