Por falta de señal no me llegó el mensaje de que cancelaron la cita

KARLA HERRERA / NOTIMERCIO

Entre la falta de señal en el Metro y un encuentro frustrado, regresé a casa triste, pero a tiempo para un seco de pollo. La mala suerte me acompañó, pero el Metro sigue siendo mi mejor aliado.

Cuando la mala suerte está de tu lado, parece inquebrantable, y eso lo pienso cada vez que las cosas no resultan como espero. Ya sea por “mala suerte” o porque, como dicen algunos, “¿qué tipo de sal seré?”, la frustración pesa aún más cuando el tiempo apremia y todo parece ir en contra. Así me sentí ese día, atrapa da por mi mala fortuna en un vagón del Metro de Quito, tras salir apurada de la parada de Quitumbe con la esperanza de llegar a tiempo.

Es sábado. El reloj marca las 10:00 y a las 11:00 debo estar en Iñaquito para encontrarme con mi amiga Samy. El plan es un reencuentro, de esos donde te pones al día con los chismes atrasados. “No me gusta el chisme, pero me entretiene”, decimos siempre entre risas. ¿Alcanzaría a llegar? A pesar de tomar el Metro desde Quitumbe, podría llegar hasta 20 minutos tarde. Decido arriesgarme, es lo más rápido. Tomo mi bolso, el teléfono con 50% de batería y salgo con prisa. Mi madre me deja en Quitumbe, donde acelero el paso para no hacer esperar a Samy. Me conecto al internet del sistema, qué buen servicio. Sin embargo, el problema es el proceso para ingresar. Cada vez debo llenar datos como nombre, teléfono, cédula, fecha de nacimiento, género y correo. Este trámite me quita tiempo valioso y hasta podría perder un vagón. Pero es urgente, porque sé que en el trayecto estaré incomunicada. Finalmente, logro avisar que “llego en 20”, aunque aún sigo en Quitumbe, mientras que ella ya está cerca del CCI.

Cuando veo la llegada del vagón, una sensación de alivio recorre mi cuerpo. Son las 10:36. En ese momento, quiero que el Metro corra más rápido. Pero ¿qué culpa tiene él? Mientras tanto, sigo aferrada al teléfono hasta que pierdo por completo la señal. El mensaje “ya nos vemos allá” no se envió. Ahora estoy en la desconexión total. El Metro es una bestia andante, en el buen sentido de la palabra. Es increíblemente rápido, y eso al menos me consuela durante el trayecto. Tomo mis audífonos, pongo música y, por un momento, me desconecto yo también de todo.

A las 11:25, ya estoy desesperada por Samy. Temo por su soledad y la espera por tanto tiempo. Al salir de la estación, intento conectarme nuevamente al internet del sistema. Repito el procedimiento mientras subo las escaleras eléctricas. Veo más de cinco llamadas perdidas de Samy, junto con mensajes de mis padres. Abro el mensaje de ella: “Karlita mía, me tengo que ir urgente a la casa. Te juro que fue imprevisto, no vengas, por favor. En la tarde te llamo para contarte”. También leo uno de mi padre: “Negrita, como te ibas a ver con tu amiguita ya has de venir comiendo. Nosotros nos vamos donde la tía Vero porque nos invitó a una comidita. Las llaves las dejamos donde siempre. Suerte”.

¿Cómo iba a leer eso a tiempo? Pasé incomunicada desde Quitumbe. Si los veía antes, me habría evitado el viaje y hasta habría alcanzado la comida con mis padres. Pero ya no hay vuelta atrás. Tomo el Metro nuevamente en la parada Iñaquito, esta vez en sentido norte-sur. Por lo menos voy sentada; no hay mucha gente. ¿Habrá otros desilusionados como yo? Solo veo rostros que suben y bajan. No tengo ánimo para interpretar nada. ¡Qué salada!

De regreso a casa, pienso en dos cosas, primero, que no llegaré donde mis padres porque está demasiado lejos, y segundo, ¿esto de no tener señal en los vagones será siempre así? ¿Qué es lo que pasa? Según Patricio Izquierdo, del personal del Metro de Quito, el sistema cuenta con conectividad en las 15 estaciones mediante internet satelital. Pero para tener servicio de telefonía en el túnel, las operadoras deben instalar sus equipos. Aunque la tecnología ya existe, tomará tiempo implementarla, sin embargo, a futuro, será un hecho, algo posible.

Es lo mejor. Con todo y sus inconvenientes, el Metro es mi mejor amigo para movilizarme. Espero que los problemas se solucionen poco a poco. Tal vez la desconexión de ese día fue solo un elemento más de mi mala suerte. Quiero pensar así.

Finalmente, me quedo dormida. Cuando despierto, ya estoy en Quitumbe. No necesito conectarme otra vez, en casa ya no hay nadie. Camino con calma hacia el alimentador Terminal Sur. Aunque la mala suerte estuvo de mi lado ese día, al menos llegué temprano a casa para prepararme un rico seco de pollo, la especialidad de la casa, mientras otros disfrutan una parrillada. ¡Qué problema! Pero bueno, no es culpa de nadie. ¿Verdad?