Una palabra define esta obra maestra: el tedio. ¿Cuándo tiene que ver el amor?
Una palabra define esta obra maestra: el tedio. ¿Cuándo tiene que ver el amor?
RUBÉN DARÍO BUITRÓN/NOTIMERCIO
Es a partir de una compleja reflexión sobre ese sentimiento que el autor profundiza en una serie de pensamientos sobre el amor, la imposibilidad de mantener la intensidad, la urgencia de sostener la pasión, la perfección de lo breve, el instante por sobre la permanencia.
Luis es el protagonista. Se lo odia o se lo quiere. Y ese es un mérito mayor de la novela: que quien lo lee no salga ileso ni impune, que condene o aplauda, que despierte o se niegue a hacerlo, que se cuestione su vida, su relación de pareja, el tiempo compartido sin pasiones desbordadas o la ansiedad por vivir momentos que casi no duren nada, pero que perduren para siempre, aunque sea como un recuerdo.
Su discurso puede parecer una oda a las aventuras extramatrimoniales o un “agitemos el árbol de la vida, que pasen muchas cosas, buenas o malas, pero que pasen cosas extraordinarias para alejarnos de la rutina”.
También es notable la destreza del escritor para lograr el paralelismo entre la historia de Luis y Camila, su amor de siete días, y la de Faulkner y su amante Meta. Es magistral el manejo de las cartas y viñetas de Faulkner como una piel oculta bajo la historia de un hombre aterrado por el tedio.
Jacobo Bergareche no tiene miedo a jugar con las distintas capas de la historia y tiene la audacia de hacernos conocer otro Faulkner, un amante obsesivo que dista mucho del que conocemos en sus novelas.
El novelista se adjudica el derecho de herirnos, como dice el italiano Alejandro Baricco. El escritor no está para complacer o para hacer acuerdos morales con el lector. El escritor está para incomodar, golpear, asestarnos un golpe inesperado e, incluso, para no gustar temáticamente, aunque sí estéticamente.
Por eso Luis plantea que “es importante la memoria de cómo sale un día perfecto, pero es más importante aún estar abierto a tenerlo, a seguir las pistas en cuanto asome la posibilidad”.
Pero, de nuevo, el cuestionamiento: ¿qué es el amor? ¿Este sentimiento está destinado a ser gris, lineal, sin matices, aburrido?
La novela no tiene un final cerrado. Deja que el lector intente un desenlace según sus propias experiencias personales.
“¿Qué es lo que queda entre nosotros realmente aparte de una serie de rutinas con las que hemos mecanizado nuestro matrimonio?”, se pregunta Luis en la carta a su mujer.
Luis nos sumerge en su vida sentimental a través de cartas que envía tanto a su mujer y a su amante.
Vive una vida marital monótona y cae al abismo de buscar en otra persona lo que no encuentra en él.
“Entre la pena y la nada, elijo la pena”, dice Faulkner.
Es el tedio como invisible amenaza al amor humano.
Notimercio · El periódico de Quito