Andrés Jaramillo/Redacción Notimercio
En un taller sobre Inteligencia Artificial (IA) y periodismo, que dictó Controles Empresariales hace unos días, con varios colegas reflexionamos sobre algo que parecía imposible de creer hasta hace poco tiempo: el desuso de los grandes buscadores en internet.
Cuando necesitamos algún tipo de información, o queremos un recurso digital en particular, ahora acudimos a la Inteligencia Artificial.
ChatGPT, Geminis, Copilot están reemplazando a Google, Bing o Firefox.
Esto representa una alerta importante, sobre todo porque las herramientas gratuitas de Inteligencia Artificial toman la información disponible en la web sin reparar en que esta sea verdadera o falsa, precisa o sesgada.
Vean lo que ha pasado en la actual campaña electoral.
Parte de la estrategia de los candidatos ha sido crear, comprar o alquilar una serie de canales digitales para replicar desinformación y masificarla a través de una inversión en pauta que ya se cuenta en millones de dólares.
Internet se ha convertido en un campo de batalla donde gobiernos, partidos políticos, empresas e incluso grupos de presión crean páginas web y redes sociales con un único propósito: posicionar su relato.
Y lo hacen de manera “profesional”. Saben qué palabras usar (SEO), dónde colocar anuncios y cómo hacer que los buscadores prioricen su versión de la realidad. Así, logran que cuando alguien busque información sobre un tema, se encuentre con contenidos diseñados para influir en su percepción.
Yo sé que me dirán que no es culpa de la herramienta, la IA, sino de quién la usa. Que depende cómo se haga la búsqueda, el promt, cómo se alimente el perfil de la Inteligencia Artificial, etc, y el punto es precisamente ese. ¡Esto no se hace!
La Inteligencia Artificial avanza más rápido que los esfuerzos para enseñarle a la gente cómo lidiar con esta. Si una respuesta de cualquier plataforma de Inteligencia Artificial se basa en fuentes que han sido manipuladas, el sesgo se amplifica. Y cuando la información que circula está diseñada para beneficiar a unos y perjudicar a otros, la desinformación se convierte en la norma.
Si naturalizamos la manipulación digital, llegará un momento en que la red estará tan saturada de propaganda que distinguir la verdad de la mentira será casi imposible. Y cuando la información pierde credibilidad, la democracia también se debilita. Un ciudadano mal informado es un ciudadano fácil de manipular.
Eso debería preocupar más al Consejo Nacional Electoral (CNE) que las fotografías que cualquier elector pueda hacer de su voto el próximo 13 de abril. Sin embargo, es más fácil, conveniente y cómodo mirar hacia otro lado.
Es hora de que el país aborde seriamente el fenómeno de la Inteligencia Artificial y su impacto.
Es hora de que el país aborde seriamente el fenómeno de la Inteligencia Artificial y su impacto. No para censurarla, sino para evitar que internet se convierta en un instrumento de manipulación masiva.
El acceso a la información veraz es, o debería ser, un derecho. Pero si permitimos que la red sea dominada por quienes tienen el poder y el dinero para imponer su versión de la realidad, se convertirá en un privilegio. Estamos a tiempo de dar la batalla.