JAIME GUEVARA:

Rubén Darío Buitrón/PARA NOTIMERCIO

“La realidad es más violenta que una canción”

Jaime Guevara:

Era septiembre de 2013. Jaime “El Chamo” Guevara salía de una tienda del barrio El Dorado y en la calle Yaguachi, que es inclinada, el cantautor vio que subía una caravana de seis poderosos autos de alta gama, negros y con vidrios polarizados. Los vehículos estaban protegidos por unas 10 motocicletas en las que iban policías tipo Rambo.

Había una ambulancia y el ambiente se había llenado del sonido de sirenas, motores, pitos. Estridencia total. Eran sombras que se movían como tragándolo todo. Con fuerza. Con arrogancia.

“El Chamo” llevaba en una mano una funda de pan y en la otra un litro de leche y se detuvo cuando se dio cuenta de que toda esa parafernalia era porque en la caravana iba el presidente Rafael Correa. No lo pensó dos veces. Acomodó como pudo lo que llevaba y decidió hacer lo que hacía rato quería hacer: darle yuca y mostrar el dedo índice al mandatario.

Entrevista a Jaime Guevara, conocido como el «El chamo Guevara», en Quito, 29 de febrero del 2024. (Franklin Jácome/Agencia Press South)

Lo que ocurrió después fue cinematográfico, pero de cine porno. Jaime cuenta que Correa bajó del segundo auto y le desafío a trompones. “Pero el man me ganó la subida y yo estaba en desventaja. Así que mientras el Presidente estaba a punto de lanzarle un puñetazo, El Chamo alzó los brazos en señal de rendición, se subió a uno de los autos custodiado de dos enormes gorilas y dijo “llévenme nomás”.

Lo que vino después es conocido por todos: en una sabanita, Correa contó su versión, se victimizó e intentó destruir la reputación del más importante cantor popular ecuatoriano llamándolo “borracho y marihuanero”.

El Chamo se ríe cuando recuerda el episodio. Porque todo, desde el momento del paso de la caravana hasta la sabatina, fue ridículo. Y mentiroso: Jaime Guevara sufre desde adolescente una enfermedad cerebral que le demanda gastos muy altos en medicinas delicadas para mantenerse vivo. Nunca ha bebido ni se ha drogado.

Lo visito ahora en su departamento de la calle Cordero, en un edificio que denota la melancolía que cubre el deterioro de La Mariscal.

Y hablamos del tema del momento: la reacción de unos y otros acerca del perfomance del grupo Mugre Sur en su concierto en el Quitofest. Un hecho que ha trascendido la anécdota y que, más de una semana después, sigue sacando chispas entre los que critican y lo que apoyan la simulación de un ahorcamiento tipo quema de año viejo a un muñeco de cartón que representaba al presidente Daniel Noboa.

¿Quién mejor que El Chamo para hablar sobre el tema? Él, en especial, porque desde tiempos de la dictadura del general Rodríguez Lara ya hacía canciones para satirizar e ironizar al poder. Canciones protagonizadas -si cabe decirlo así- por todos los mandatarios militares y civiles que han llegado a Carondelet desde los años 70.

Rodeado de carteles de sus legendarios conciertos, de retratos y libros de sus referentes musicales (Leonard Cohen, Víctor Jara, Bob Dylan, Bruce Springsteen, entre otros), de sus dos guitarras, de frascos de medicinas y de adornos relativos a la música popular, El Chamo es concluyente:

“Mugre Sur hizo lo suyo. Se expresó a su estilo, con sus propias palabras, su forma de hablar y cantar, su ritmo de rap. Y lo hizo muy bien con su escenografía, que esta vez incluyó cierto muñeco de cartón”.

Le repregunto desde la otra visión, desde la estridencia escandalizada e inquisidora. Él se ríe. Piensa. Dice:

“Qué va, hermano. Si se asustan de eso, ¿por qué no se asustan y reclaman de tantas y tantas muertes que suceden a diario? ¿Por qué no se les ponen los pelos de punta cuando ven en la televisión los muertos con los cuerpos despedazados, la cabeza por aquí, las manos por allá?”.

La conversación se pone caliente. Como debe ser. Y este ícono del contrapoder se pone a recitar: “Pimpón es un muñeco/ bizarro y de cartón./ Combate a los choros y roba allá en Olón”.

A Jaime Guevara no le sorprende (“ya mismo cumplo 70, ñaño, de qué me voy a sorprender”) que el poder se sienta ofendido o sorprendido, de que amenace con armar un juicio con el cuento de que se está induciendo a la violencia.

¿Por qué no le sorprende? “Porque el violento es el poder, siempre ha sido el poder. Siempre fue el poder y siempre será el poder”.

El hombre del pelo ensortijado, con su largo, larguísimo cabello encanecido como una cascada de color plata y apoyado en su guitarra porque ya mismo tiene que ir a cantar en una central obrera en homenaje a la hermana Elsie Monge, me pide que no me olvide de poner esto:

“Recuerdo una vez que me presenté en el colegio Manuela Cañizares. Mientras cantaba, subió al escenario un profesor y me gritó que ya basta, que la canción protesta ya pasó de moda. Y no ha pasado, sino que ahora tiene nuevas formas. Y si hablamos del tema de Mugre Sur, ellos, como muchas otras bandas de ese sector, tienen más razones por las que protestar. La gente del sur de Quito tiene más derecho a levantarse, a indignarse y rebelarse”.

Me pregunta la hora. Ya mismo debe irse. Sigue reflexionando mientras prepara su guitarra, el estuche, la batería para el sonido acústico. Se pone la chompa jean, rodea el cuello con su bufanda palestina. 

“Así que se escandalizaran del caso Metástasis, del Purga, del Purga, del Nene, del Pantalla. Hipócritas”. 

Nos damos un abrazo. Bajamos hasta la puerta del edificio. Él se va para El Ejido al evento de los trabajadores. Yo en dirección al periódico.