Fidel Cano: “Políticos y narcos son un cóctel mortal»

RUBÉN DARÍO BUITRÓN/NOTIMERCIO

Fidel Cano es director de El Espectador desde mayo de 2004. Fundado en 1887, este es el periódico más antiguo de Colombia.

Pero la historia del Diario está ligada, de manera trágica, a la violencia narcoterrorista en los años 80 y 90. La madrugada del 2 de septiembre de 1989, El Espectador fue blanco de un atentado del cartel de Medellín.  Tres años antes, el 17 de diciembre de 1986, sicarios al servicio del mafioso Pablo Escobar asesinaron frente a la sede del Diario a su director, Guillermo Cano. A las siete de la noche, los criminales esperaron a que él hiciera un giro en U en una principal avenida y lo atacaron.

Vía telefónica entre Quito y Bogotá, conversamos con Fidel Cano, prestigioso periodista y sobrino del heroico y legendario Don Guillermo.

-¿Cómo ves lo que pasa en Ecuador?

-Con dolor. Me recuerda la peor época del narcoterrorismo en Colombia. No es exacto, pero se parece mucho al miedo colectivo que creó el poder narco.

-¿Cómo vivieron esos hechos en los años 80 y 90?

-Fue una situación de alta tensión, angustia e incertidumbre. No sabíamos qué tragedia ocurriría al día siguiente. El asesinato a Guillermo Cano, valiente crítico de la cultura mafiosa, hirió en lo más profundo la sensibilidad de los colombianos. 

-¿Nadie previó que aquello se venía?

-Colombia no abría los ojos. El país era testigo de las nuevas riquezas que aparecían en Medellín, Cali, Bogotá. De los potentes autos de alta gama, las bellas mujeres y las orgías, y no nos dábamos cuenta de lo que estaba pasando frente a nuestros ojos. Más bien los veíamos con envidia y no con sospecha.

-¿Cuándo se dio cuenta Colombia de que estaba naciendo un poderoso monstruo?

Gracias a las investigaciones periodísticas. El Espectador empezó a poner el ojo en esas fortunas surgidas de la noche a la mañana y, al leernos los colombianos, comenzaron a despertar.

-Y así cambió la percepción social…

-Poco a poco, los colombianos empezamos a tomar conciencia de que ese fenómeno nos llevaría por cauces impensables. Nos dimos cuenta de que no eran grandes empresarios ni “Robin Hoods”, sino una banda de criminales de alto peligro.

-¿Sus acciones se caracterizaron por una violencia extrema, como ahora en Ecuador?

-Muy extrema. Estas mafias intentan aparecer más fuertes que el Estado y someter a la sociedad mediante el miedo para que se lo deje delinquir sin trabas y que sus crímenes queden impunes.

-Ahí entra el papel del periodismo comprometido con la sociedad…

-Con los riesgos que eso implica. Don Guillermo fue muy valiente. Personalmente dirigía las investigaciones que publicaba y mantuvo una columna dominical en la que batalló contra Pablo Escobar, que ya había llegado a ser un político exitoso, un diputado, pero mira cómo terminó nuestro director: asesinado por este narco convertido en político. Esta mezcla es un cóctel mortal para la sociedad.

-El periodismo honesto se vuelve un objetivo militar…

-En nuestro caso, mataron a Don Guillermo, asesinaron a gente muy cercana a nosotros y, tres años después, pusieron una bomba de alto poder y destruyeron nuestro edificio.

-Escobar, diputado… Es lo que vivimos acá. El narcotráfico permea todo el Estado (diputados, policías, Fuerzas Armadas, jueces, fiscales). Y permea también a los bancos, las empresas, la industria.

-Les interesa llegar al poder político o mantener estrechas relaciones con él para quedar impunes y seguir enriqueciéndose sin fin.

-Algunos sectores ecuatorianos creen que lo prudente y sensato es negociar con estas mafias para que nos devuelvan la paz. ¿Eso sirvió en Colombia?

-Si Ecuador cede a los caprichos de los narcos, las negociaciones terminarán mal. Colombia ya no está tan azotada por ellos, pero negociar fue llegar incluso a que Escobar construyera a su capricho su propia cárcel y la dirigiera. Imagínate lo que significa: demasiado poder, demasiado dinero, demasiada infiltración…

-Entonces, ¿qué elementos son decisivos para frenar al narcoterrorismo?

-Políticas de Estado que impidan a los jóvenes ver en el sicariato una fuente de trabajo, la presión ciudadana en la calle, el apoyo internacional efectivo. De lo contrario, la guerra la ganarán los narcos.

-¿Este tipo de conflictos son de corta duración?

-No quiero decepcionarlos, pero no son de corta duración. Vendrán muchos procesos, muy dolorosos.

-¿Cuál deberá ser el papel de los periodistas?

-Darles la batalla de frente, jugarse por la institucionalidad, desenmascarar a los líderes mafiosos y a sus cómplices infiltrados en todos los frentes. Sin tregua.