“EN QUITO NO HAY PROYECTO DE CIUDAD”
Fernando Carrión me recibe en su amplio departamento de Campoalegre. Es jueves, temprano. Su trinchera ya no es la FLACSO, donde mantuvo una intensa vida académica por más de tres décadas.
Nos acomodamos en la sobriedad y la paz de una confortable salita junto al estudio donde él, hoy jubilado, lee, escribe, estudia. Estamos rodeados de textos, amurallados de conocimiento. Le pido calcular la dimensión de su biblioteca. No duda. Son 20 000 libros.
En el centro de la salita hay una mesa donde descansan decenas de libros de arte, arquitectura, lugares del mundo. En el centro reposa una pequeña escultura de Botero, en vidrio negro.
Parecería que ya no entrará ni un solo texto más, pero no. Hay que hacer espacio a lo que viene. Pronto publicará una obra sobre violencias urbanas, uno de los temas que domina. Con este serán 25 libros de su autoría y más de 80 de compilaciones, antologías y ensayos colectivos.
Ha cumplido 70 años. Pero no parece. Lo conocí en el Municipio de Quito como el gran alfil de Rodrigo Paz, uno de los mejores alcaldes que ha tenido la ciudad. Es él mismo, aunque con el cabello todo blanco. Sencillo en el vestir. Profundo en la conversación. Amable en sus gestos. De sonrisa apacible.
Es el todólogo de los periodistas. En medio de la conversación le toca atender llamadas para concertar entrevistas sobre inseguridad y violencia, el caso Metástasis, la consulta popular, los problemas en Liga de Quito, del cual es hincha y en el que jugó en la década de los 70. Todos los temas los resuelve con solvencia.
Le pido, por favor, un vaso de agua. Se levanta, va a la cocina, me lo trae. Un gesto que lo define. No ordena a la empleada. Lo hace él mismo.
Y aunque es una pena no charlar más sobre su ilustre abuelo, Benjamín Carrión, o las anécdotas políticas de cuando estuvo a punto de ser candidato, hay que conversar sobre lo que pasa en la ciudad, no desde ahora sino desde hace décadas, desde hace muchos alcaldes.
“Quito vive una crisis profunda”, reflexiona. ¿No es demasiado rotunda la afirmación? No, replica sonriente. No lo es. Y explica por qué: “No existe un proyecto de ciudad. Hay que ver el crecimiento de Guayaquil bajo una misma línea administrativa durante 30 años. En Quito, todo lo contrario. Alcaldes no solo de distintas militancias, sino con maneras abismales de mirar la ciudad, sus problemas, su futuro”.
Así, no cabe ser optimista, aunque se lo intente. Le consulto mi inquietud de siempre: ¿cómo hablar de identidad quiteña si dentro de la ciudad hay varias ciudades que ni siquiera se conocen entre sí?
Él tiene una definición. “Ya deberíamos ver a Quito como una ciudad de ciudades. Hay cuatro o cinco Quitos. Pero todo depende de cómo se maneje este fenómeno”.
El tema se enfila por lo esencial. Menciono a Pabel Muñoz. Menciono que cuando hay problemas graves, como el desborde de violencia en las fiestas de la ciudad o el caos en la avenida de Los Shyris, el Alcalde responde: “En Quito hace falta cultura ciudadana”. ¿En serio es así?
A ver, dice, con ese dejo verbal de los intelectuales. Frunce el ceño. Piensa. “Pabel ganó con el 25 % de la votación. Su primera tarea debió ser que el 75% restante se una a su proyecto de ciudad, pero está haciendo una administración cerrada en la que todo su personal directivo es militante de su partido…”.
¿No es lo que hacen todos cuando ganan? “Sí, pero no deberían. Hay otros temas, también. Ofreció seguridad en la campaña, pero al asumir el cargo se deslindó. Con su capacidad discursiva debería ser el pedagogo de esa cultura ciudadana de la que habla, pero no lo hace. No ha tocado el estatuto autonómico y no propone reconstruir la autonomía de la ciudad, porque así lo dejó Augusto Barrera cuando fue alcalde y Correa presidente”.
Si se lo lee en Twitter (X), Carrión emana una serenidad que sorprende. Por ejemplo, dice que el Metro no será exitoso, aunque hoy sea la joya de la corona, porque financiarlo es muy complejo.
Los trolls, siempre agresivos, lo atacan. Él responde: “Tengo información”. Si vuelven a atacarlo, insiste: “Tengo información”.
Y, en serio, ¿la tienes? Hace números. Calcula. Proyecta. “Con el presupuesto del Municipio no alcanza. Lo que se gaste significará dejar a un lado la seguridad, la educación, la salud, el mantenimiento vial. No deseo el fracaso del Metro, pero en poco tiempo más el quiteño verá que, a su alrededor, no existe obra pública”.
Me despido, preocupado. Tomo un taxi y me hundo en el vértigo automovilístico. La ciudad está revuelta, como siempre.
Rubén Darío Buitrón