Rubén Darío Buitrón/PARA NOTIMERCIO
El escultor de nuestra identidad
El quiteño de 74 años es el creador de Evaristo, el famoso dibujo basado en el legendario humorista Ernesto Albán Mosquera.
“Quien sabe dibujar puede convertirse en escultor y modelador de formas. Cuando se dibuja, la mente capta la imagen en su totalidad. El dibujante puede verla desde todos los ángulos. De imágenes del cine, por ejemplo, surgen los personajes…”.
Eso dice Edgar Cevallos, que no se cansa -nunca se cansará- de hacer arte y de acercarnos a nuestra identidad como nación y como ciudad.
El genio de Edgar es tan múltiple y multiplicado que él es el creador de Evaristo, el famoso dibujo basado en el legendario humorista Ernesto Albán Mosquera, que fue decisivo en la reafirmación de los valores quiteños durante la gestión del alcalde Rodrigo Paz Delgado (1988-1992), una de las administraciones municipales más añoradas por la gente de la capital.
También fue el creador del personaje Máximo, un colorido y vibrante tucán que sirvió (y que ahora se ha retomado) para educar a la población en temas de salud pública y que Cevallos, entonces aliado de Disney, diseñó y dio vida para la Unicef.
Las huellas de su creatividad, imaginación y belleza estética no han quedado allí. Es autor de 18 grandes esculturas y monumentos de referencia histórica que se exhiben en Guayaquil en distintos lugares y recreó en esta misma ciudad las escenas del épico 9 de octubre de 1820, que son asombrosas y detalladas miniaturas admiradas por quienes las visitan.
Hoy, Edgar Numa Cevallos Rosales (su nombre completo), con la serenidad en el rostro, sus maneras amables y su hablar reposado y suave, se yergue sobre sí mismo y presenta su proyecto más ambicioso, quizás el que lo consolida como un gran maestro del arte nacional.
Se trata de la obra “Valdivia, fertilidad”. Son 40 esculturas de tamaño mediano en homenaje a la cultura que nació hace 5.000 años en la Península de Santa Elena, que, según los arqueólogos, fue una de las primeras en América en emplear la alfarería.
Según el hermoso libro que compila los antecedentes de la cultura Valdivia y que muestra, en hermoso formato y bellas fotografías, cada una de las esculturas femeninas creadas por Edgar, “algunos autores sugieren que las figurinas representan la ideología de la fertilidad (…), pero también se señala que, en las fases tardías, las figurinas podrían representar el estatus social y político adquirido por las mujeres en la sociedad…”.
Sin embargo, aunque queda muy claro el homenaje a la cultura Valdivia y a sus maravillosas y sorprendentes formas femeninas, el trabajo de Edgar trasciende su especificidad y se vuelve, de manera mágica y asombrosa, en un homenaje a la mujer universal.
“Cuentan los abuelos que cuando la mujer desconocía su belleza, el sol la iluminó. Guayanay, la golondrina, con trazos largos dibujó sus cabellos en el aire. Entonces, la mujer sorprendió al mundo de las formas y su vientre anunció fertilidad”.
Según el libro que reseña la obra de Edgar, “la cultura Valdivia es la expresión de un pueblo de pescadores y navegantes que también inventó la agricultura y primera cerámica, con la que rindió culto a la mujer, la fertilidad y la vida”.
Y eso es lo que hace este genial artista. Un homenaje no solo a las formas físicas de la mujer, por sí mismas maravillosas, sino a sus actitudes, a sus gestos, a sus maneras de ver y asumir la cotidianidad y la existencia, unas maneras de ver, sentir, atraer y explorar que aún ahora, 5.000 años después, se mantienen intactas, vigentes, intensas y únicas.
La muestra de 40 esculturas, si bien parte de la esencia de la cultura Valdivia, es una sorprendente fusión de inspiraciones de los mitos griegos y romanos, pero también del arte y los símbolos de nuestra cultura contemporánea (la poesía de Amado Nervo, la mujer de Tarzán, la poderosa imagen de Marilyn Monroe cuando un viento subterráneo eleva su vestido blanco y deja ver todo el esplendor de su belleza física y su gesto travieso.
Cuando describe la escultura bautizada como “Sexi”, Edgar Cevallos explica su sentir. “Todas las Valdivia son muy sensuales, me dicen. La mujer es sensual. La belleza despierta los sentidos y es arte si conmueve. Grecia y Roma buscaron la armonía, la perfección, la belleza natural, las proporciones…
“En la Edad Media, la belleza física fue reemplazada por la belleza divina. En el Renacimiento se volvió a la clásico, a las proporciones…
“El Barroco fue abundancia. El Romanticismo amó la naturaleza. En el siglo XX la belleza fue subjetiva, abstracta. Hoy el arte busca la simplicidad”.
Edgar Cevallos se ha graduado (por si no lo hizo antes) no solo de un gran artista, sino de un ser humano con altísima sensibilidad. Un orgullo quiteño.