“La xenofobia es una epidemia en Ecuador”
“El Estado y la prensa amarillista promueven la xenofobia en este país”, dice el dirigente que lidera la Asociación Venezuela en Ecuador, una entidad que ayuda y asesora a los migrantes.
Son las 12:00 y luego de explorar la semiabandonada zona de las calles Salinas y Riofrío (entre las avenidas América y Diez de Agosto), logro dar con la dirección de Venezuela en Ecuador AC.
Subo dos pisos de una casa de apariencia deshabitada, pero es un espejismo. En realidad, ahí funciona la organización que preside el venezolano Daniel Regalado, migrante que lleva 16 años en Quito luego de haber salido de su país tras entender que el chavismo los estaba llevando a la debacle económica y social.
Mientras camino en dirección a la oficina de Daniel observo una fila de personas sentadas, a la espera de atención. Son venezolanos migrantes: una anciana, una señora joven con dos niños, dos chicas adolescentes, un señor cincuentón.
Allí atienden la doctora Débora Carrillo y la psicóloga Rita Báez, entre otras. Como parte de la Asociación funciona el Centro Médico Integral, que presta servicio a la gente a cambio de un pago mínimo, casi simbólico, y que entrega medicinas gratuitas.
Daniel es un hombre alto, sin cabello y con barba semicrecida. En su oreja izquierda lleva dos aretes circulares plateados. Su oficina es pequeña. Apenas hay espacio para un escritorio, tres sillas y un archivador. Pero es un lugar iluminado de alegría y esperanza, porque las delgadas paredes están decoradas con decenas de dibujos infantiles realizados por los pequeños pacientes mientras aguardan su turno.
La Asociación Venezuela en Ecuador hace un trabajo clave no solo de apoyo a los migrantes pobres, sino que, gracias a su página web (www.venezuelaenecuador.com) pone en contacto a los venezolanos que están fuera de su país con los que aún viven allá. No es un sitio político, sino informativo y social.
Luego del proceso electoral del domingo en su país, Daniel, para decirlo en jerga venezolana, está “triste, arrecho y encabronado”. Triste, como muchos de los migrantes que tenían la esperanza, quizás ilusoria, de que el presidente Nicolás Maduro aceptara los resultados y entregara el poder.
El dirigente vivió con tristeza y desazón los primeros años del chavismo. Trabajaba en el área administrativa del entonces importante diario El Nacional, un poderoso medio de comunicación cuya planta central era de más de 30 cuadras en Caracas. El periódico fue acosado, perseguido y obligado a cerrar con trampas tributarias y financieras. Hoy solo es un sitio web más en la inmensidad cibernética mundial.
Vivió la persecución política, lo ficharon por pertenecer al periódico, lo acosaron en sus trabajos (tiene tres títulos profesionales).
Llegó al Ecuador de vacaciones y se quedó para siempre. Acá lo recibió una amiga ecuatoriana que lo puso en contacto con Ximena Zamora, miss Ecuador, quien hacía labor social con migrantes de distintos países.
Confiesa que, en forma personal, no ha sufrido xenofobia, pero que ha vivido y asistido a venezolanos que sí han sido víctimas de este mal que es, para Daniel, una enfermedad social en el Ecuador, enfermedad aupada por las acciones de los gobiernos, en especial de Lenin Moreno y Guillermo Lasso, y de los medios sensacionalistas y amarillistas que atentan contra la imagen de los venezolanos al estigmatizarlos como delincuentes o malas personas.
Adaptarse a vivir en Ecuador no es fácil, según cuenta Daniel. Ha tenido que mimetizarse, transformar su lenguaje y la singular manera caribeña de hablar, gesticular y usar palabras que acá resultan extrañas. Es el precio que hay que pagar para no ser mal visto ni excluido.
Al frente de la Asociación, lo ha visto todo. Sus compatriotas han sufrido explotación laboral, estafas inmobiliarias, hacinamiento, maltratos, agresiones, acoso escolar y abusos sexuales.
Lo esperamos para seguir nuestra conversación. Debe atender el teléfono. Una llamada es para coordinar un evento de fin de semana para recaudar fondos. Otra llamada hace él para averiguar el precio de un pieza para el aparato de electrocardiogramas.
La vida es así, comenta luego. Hay casos dramáticos: ayer nomás subí a un taxi conducido por un venezolano que tiene tres postgrados, pero que debió reinventarse para sobrevivir.
Aunque sonríe con frecuencia y su rostro expresa afabilidad, casi en voz baja Daniel confiesa que tiene miedo. ¿De qué? De que lo maten. ¿Acá en Ecuador? Sí. Mis enemigos de allá tienen cómplices acá.
Rubén Darío Buitrón