María Dolores Cabrera/PARA NOTIMERCIO
Después de haber visto esta monumental miniserie inglesa, dirigida por el británico Philip Barantini, que causa furor y polémica entre los aficionados y críticos, no puedo dejar de dar mi opinión al respecto. He sido amante de películas y series casi toda mi vida, teniendo mis preferencias, por supuesto.
Muchas han entrado, en mi concepto personal, dentro de la excelencia cinematográfica y he escrito artículos y comentarios sobre algunas. En esta ocasión, quiero compartir toda la cadena de reflexiones y sensaciones que he tenido frente a Adolescencia, una producción de apenas cuatro capítulos, tan
bien lograda que no se necesita más para mostrar lo que se propone, sin excesos de escenas innecesarias e inútiles.
Desde el punto de vista psicológico y social, se nos pone frente a una realidad tan peligrosa que es capaz de desencadenar una tragedia como tal: el mal manejo de los conflictos emocionales de la niñez y de la juventud, que involucra a autoridades de escuelas y colegios, a docentes y maestros, a instituciones policiales, a las mismas leyes establecidas, a los hogares y a los padres, a toda una estructura social enmarañada entre sí. Un llamado a reflexionar sobre la importancia de dar prioridad a la salud mental.
Aquí se muestra la psiquis humana con sus laberintos, el comportamiento social, las equivocaciones, las culpas, la baja autoestima, la poca empatía juvenil, la rabia (que puede terminar en crimen). Y, en el capítulo tres, el hábil manejo de la psicóloga Briony, quien con pericia conduce a Jamie hacia una
catarsis en la que se consigue que el niño saque del interior toda su agresividad y el tormentoso y violento caos que se aloja dentro de él. Ella logra el objetivo con una destreza impresionante, a la vez que controla muy bien sus propias emociones, incluido el temor por el riesgo de su propia seguridad. Eso es más
que magnífico.
Por ahí leí que alguien dijo que hay que tener una mente frágil para no aceptar que alguien no lo quiera. Pensar así es no tener idea de todo el contexto que puede haber detrás de esa «mente frágil»: miedo al abandono en edades muy tempranas, fobias, baja autoestima por rechazos infantiles, carencias. La mayoría de la gente no imagina lo que hay detrás de un adulto inseguro, lleno de rabia acumulada y resentimiento, en este caso, de un adolescente. Juzgar es facilísimo y cómodo; la vida real no es así. No todo el mundo puede autocontrolar sus emociones si no obtuvo, en su momento, las herramientas apropiadas para hacerlo; ahí está el gran problema.
En este filme, están explícitas las falencias de la educación desde sus bases, las fallas de las sociedades que centran su propósito en dar prioridad al aprendizaje de doctrinas en vez de enfocarse en enseñar el autoconocimiento personal a los alumnos desde pequeños. Como resultado de este error, se forman seres inseguros, con baja autoestima, porque nadie les enseñó cómo afrontar los vacíos y las ausencias que sufrieron: posible pánico al rechazo en edades muy tempranas, enojos reprimidos, resentimientos, etc.
Los temas de la mente humana abarcan una complejidad profunda. En uno de sus capítulos, se llega a sugerir que hay aspectos que pueden depender de la genética. Yo acotaría que incluso la sensibilidad para receptar con más o con menos tolerancia el rechazo a no ser amado, a no ser valorado, en algunos casos, podría tener connotaciones hereditarias. Es claro que Lisa, la hermana de Jamie, también era acosada por la situación que vivía y, sin embargo, ella era muy distinta. No siempre la culpa de algo así es únicamente
de los padres; pueden haberlo hecho muy bien y, aun así, suceden tragedias. Aquí influyen otros factores externos, como la tecnología, la influencia de las redes sociales con contenidos invisibles para los padres, incluso códigos secretos para agredirse, rechazarse o aceptarse entre sí, claves ignoradas para los adultos; el bullying, los protocolos fallidos de las instituciones educativas, de las normativas y reglas, muchas veces obsoletas y poco empáticas, y de un medio en el que se ha normalizado que ser admitido y aprobado es lo más importante para sobrevivir.
Aquí no importa revelar un juicio en un estrado; lo digo por algunos comentarios donde la gente lo reclama. Piden algo más de acción, así como más capítulos, porque faltó esto o aquello, complementos que pueden tener otras series, pero no ésta, porque lo que se quiere exponer está claramente mostrado y no necesita nada más.
La adolescencia siempre ha sido complicada. Es más, la palabra viene de «adolecer», que equivale a padecer. En todos los tiempos, el adolescente ha apostado a enamorarse, a experimentar, a explorar su propia sexualidad. Es normal que sienta celos, incluso de amigos, que se desilusione por algún desamor, que se frustre por desaprobación. Nos ha pasado a todos. Los problemas de hoy son otros, y si el avance tecnológico mal utilizado nos enfrenta a un caos generacional, el cambio social respecto a la formación de la nueva juventud debe darse de manera urgente y drástica, y comenzar a dirigir la atención, más que hacia cualquier materia de estudio, a enseñar a los chicos a reconocer y diferenciar sus emociones, y a que manejen las riendas correctas para que sepan encaminarlas de manera adecuada. Hay ira que se va
acumulando por necesidades no cubiertas, miedo al desamparo, que puede tener origen en etapas muy tiernas; fobias, temor a no sentirse aceptado o querido, inseguridad, etc. Las personas que se han especializado en psicología infantil saben que a esa edad hay muchísimo conflicto emocional y que, en la
pubertad, la vida no es necesariamente un paraíso, nunca lo ha sido; es muy difícil para ellos enfrentarse a un mundo tan conflictivo, pues no saben cómo hacerlo. Es lamentable, pero el suicidio en adolescentes se incrementó en un porcentaje altísimo en los últimos tiempos.
Se debe cambiar, y lo repito siempre, las prioridades en la enseñanza, los reglamentos en planteles, los protocolos absurdos, y empezar a trabajar más en proteger la salud mental desde la infancia. La historia se centra en mostrar la problemática social que afecta a los adolescentes. El guion se enfoca en alertar sobre el peligro de restar importancia a la atención que deben tener los trastornos psíquicos de hoy, en especial por la influencia de la tecnología. Desajustes que aparecen desde edades muy tempranas por carencias, descuido físico o emocional, etc.
Esta producción tiene el poder de llevarnos a la mayor de las reflexiones de nuestras vidas. Soy psicóloga, escritora, madre y abuela, y para mí es una de las mejores series que he visto. Aborda el gravísimo problema social de minimizar el cuidado de la mente humana. No encierra un tema de acción, ni es un thriller, ni una investigación policial; tampoco es la resolución de un crimen ni importa mostrar a un juez. Es una trama psicológica que nos pone frente a un fracaso social absoluto. El formato de la educación debe cambiar completamente, y mucho más si no se tiene el control de la comunicación virtual de los chicos. Es un tema amplísimo y se lo muestra magníficamente.
El cuarto capítulo es el broche de oro. Aquí se cierra magistralmente todo. Se explica, se entiende, se asume, es la catarsis misma de los sentimientos, las preguntas, las razones, las reflexiones, las dudas, las culpas, el perdón… todo se muestra aquí y la actuación final del padre es algo genial. Un ser humano, Eddy Miller, desnudando un sentimiento en su máxima expresión, que lleva al espectador a quebrarse, a que haya un desgarre de la consciencia. Transmite su dolor de una forma directa, como un rayo que penetra y nos sacude. Una interpretación perfecta la del actor Stephen Graham, digna de un premio.
La excelente actuación de Owen Cooper en el papel de Jamie Miller (el chico en conflicto) es digna de aplausos, pues es un actor joven sin experiencia, que no ha estudiado actuación ni ha trabajado nunca antes en cine, merecedora de un trofeo. Esta obra maestra lo tiene todo y sin ambientes excéntricos o forzados.
Jamie y Briony, la psicóloga, pasan casi una hora encerrados en un cuarto para simplemente mostrarlo todo. Magnífico. Impresionante también la actuación de Erin Doherty. Aparte, la serie se destaca por una fabulosa habilidad para mostrar capítulos filmados en una sola toma. Se pasaron en excelencia cinematográfica también.