En promedio, una persona consume entre 150 y 170 litros de agua por día. Para los quiteños, la principal fuente de producción del líquido vital son los páramos que rodean la ciudad.
Los cortes de luz en el país nos hicieron mirar atrás, más allá del interruptor de la casa. Mirar las fuentes, las centrales hidroeléctricas y el sistema de energía.
¿Y qué pasa con el agua? En Quito se necesitan más de 1 700 personas, 22 plantas de tratamiento y 7 700 kilómetros de tuberías debajo de la ciudad para distribuir el agua y que llegue a nuestros grifos.
El agua de Quito no viene del volcán Cotopaxi, como nos contaron de niños. Los páramos son los principales proveedores del líquido. El 85% del agua para la ciudad nace del páramo ecuatorial que se encuentra a 3 000 metros de altura.
El 10% proviene del bosque Chocó Andino y un 5% de los acuíferos, me explica Rafael Osorio, jefe de Recursos Hídricos de la Empresa Pública Municipal de Agua Potable y Saneamiento de Quito (Epmaps).
El agua del páramo llega a las fuentes de captación de agua. Hay 260 captaciones operativas para Quito. Aquí el líquido cristalino de las vertientes recibe el nombre de agua cruda, porque no ha recibido ningún tratamiento.
Para llegar a ser una de las mejores aguas de la región, con un índice de calidad del 99,97%, el líquido debe llegar a las plantas de tratamiento. Franklin Maisa, jefe de la Unidad de Operaciones de Distribución de la Epmaps, me explica que para esto hay 200 kilómetros de líneas de conducción, que es un sistema de tuberías que transporta agua desde la fuente de captación hasta un punto de destino que son las plantas potabilizadoras. En Quito hay cuatro principales: El Troje, Puengasí, El Placer y Bellavista, además de 22 plantas secundarias distribuidas estratégicamente en el Distrito.
Podemos sentirnos orgullosos porque el agua de Quito cuenta con la calidad suficiente para consumirla directamente del grifo. Esto gracias al trabajo en las plantas de tratamiento. Una vez que el agua es potable y está lista para llegar a cada hogar, se distribuye a través de una red de tuberías que está tejida debajo de la ciudad, son más de 7 mil kilómetros.
La ciudad cuenta con una reserva de agua para los siguientes 25 años gracias a las campañas y esfuerzo de conservación de los páramos. “No debería ser una lucha sino una corresponsabilidad con la ciudadanía”, coinciden los técnicos, en especial por el consumo responsable del recurso.
Pero si lo cuidamos y pensamos en las siguientes generaciones con siemples acciones como cerrar los grifos, usar el agua en un balde para lavar el vehículo no utilizando manguera, recoger el agua de lluvia para regar las plantas y jardín, la reserva puede durar más años.
Debe ser la primera empresa que promociona su producto con la consigna: “Tenemos un buen producto, pero no lo consuma mucho”.