Magaly Villacrés desde España/ Para Notimercio
Aunque las procesiones de Semana Santa se conmemoran a lo largo y ancho de España, en la localidad de San Cristóbal de La Laguna, de la isla de Tenerife, brilla con luz propia por la pasión y singularidad de sus actos.
Una estrofa del poema “La Saeta” (1914), del poeta español Antonio Machado, dice: “¿Quién me presta una escalera, para subir al madero, para quitarle los clavos a Jesús el Nazareno?, el autor prefiere anunciar a un Jesús más humano y que “anduvo sobre el mar”, sobre la figura de un Jesús doliente y crucificado.
Aquel Jesús vivo y que obra milagros a través de sus santos y vírgenes, es el mismo al que se encomendaba mi abuelo Segundo Obregón Maldonado, cuyo fervor atravesó años y fronteras, y en Semana Santa lo motivaba a honrar a “su” Virgen de los Dolores, como él la llamaba, por el milagro de haberle devuelto la vida.
En 1930, junto a otros creyentes fundó la Hermandad de Esclavos de la Virgen de los Dolores de Columbe, una de las cinco parroquias del cantón Colta en la provincia de Chimborazo, y de la cual fue presidente vitalicio.

Parroquia Matriz de Nuestra Señora de la Concepción de La Laguna.
Según él, la virgen lo salvo de morir bajo las ruedas de la locomotora en movimiento cuando, siendo maquinista, en un descuido su poncho quedó enredado en las arterias metálicas de la máquina. ¡Virgen de los Dolores, sálvame!, exclamó y el tren se detuvo. Le prometió venerarla mientras viva.
Selló su palabra a la santa patrona de Columbe, con la donación de una capa de terciopelo morado. En el filo de la prenda se leía la frase “Recuerdo de tu devoto”, bordada en hilo de oro, y que le costó 3000 sucres en aquel tiempo. El manto se lo colocaban durante las procesiones de la Semana Mayor.
Cada Viernes Santo, mi abuelo iniciaba la jornada apenas con un sorbo de infusión de manzanilla. El resto del día ayunaba y meditaba. A las 5 de la tarde, comenzaba el ritual para vestir de cucurucho. Primero se colocaba una túnica blanca, luego otra más pesada de color púrpura, el cinturón y al final, el capirote del mismo color. Fue penitente de la Virgen de los Dolores, toda su vida y vistió aquel traje el día que murió.
Esta misma devoción se aprecia tanto en Ecuador como en España, justo en las fechas donde el olor a incienso se apodera de las calles de cualquier pueblito, localidad o ciudad del mundo católico, que revive durante los siete días de Semana Santa, la pasión de Cristo, su muerte y resurrección.
Las estampas de celebración se repiten junto a las imágenes, los íconos sagrados, las tradiciones y rituales de los peregrinos. Sin embargo, la Península Ibérica posee una historia con identidad propia que data desde el siglo XV, cuando nacieron las primeras cofradías y hermandades, junto al auge de eventos trascendentales como la reforma protestante, y la participación de las mujeres en las cofradías, a partir de 1972¸ aunque demandó un proceso largo y gradual.
España registra 14.437 cofradías y hermandades. Solo en Santa Cruz de Tenerife, en las Islas Canarias, se realizan alrededor de 40 celebraciones espirituales, y entre las procesiones más destacadas están las del Lunes Santo con el «Señor del Huerto» y «Las Lágrimas de San Pedro», y el Jueves Santo con «La Virgen de la Amargura y el Cristo de la Buena Muerte», además de la procesión de la «Esperanza Macarena», y el Viernes Santo con la celebración de la “Procesión Magna del Santo Entierro”.
Las imágenes religiosas de la Iglesia Matriz de Nuestra Señora de la Concepción, pertenecen a los siglos XV, XVII y XVIII, y expresan el misticismo de aquel tiempo. Las facciones y los gestos de las figuras se perfeccionaban cada vez y reunían más detalles para interpretar el sentimiento de fervor y la puesta en escena de los momentos más duros de la vida de Jesús, logrando mantener su fuerza e impresionismo.
Caminar por las calles del municipio de San Cristóbal de La Laguna, en Santa Cruz de Tenerife, es igual a recorrer el casco del Centro Histórico de Quito. Ambos espacios mantienen su aire arquitectónico tradicional, a la vez que perpetúan la presencia de España en Latinoamérica.
Lo mismo sucede con sus rituales religiosos durante la Semana Mayor del catolicismo; cuando los cristos, las cruces y las vírgenes abandonan su hogar habitual para encabezar los recorridos multitudinarios de la fe. En San Cristóbal de La Laguna, la Semana Santa no solo se vive, se siente. El eco de los tambores, el sahumerio flotando en el aire y el lento avanzar de las cofradías por calles empedradas convierten cada trayecto en un acto de profunda emoción colectiva.
Únicamente, la Procesión Magna de Viernes Santo, reúne de diez mil a quince mil personas, entre cofrades, penitentes, bandas de música, costaleros, cargadores, capataces, órdenes de religiosos, fieles y devotos que van detrás de los pasos o figuras, en una caminata que rebasa las cinco horas de duración.
La vestimenta masculina es llamativa. Se observan cucuruchos con túnicas rojas, púrpuras, celestes, blancas, doradas, verdes, negras o de azul oscuro. Las mujeres o cofrades, al contrario, suelen vestir un hábito tradicional, túnica o capa de color negro, morado o blanco. Otras, usan vestido largo de negro riguroso, mantilla y túnica.
Las calles lucen abarrotadas de turistas locales y de otros países quienes, entre murmullos y silencios, intentan captar con sus teléfonos o cámaras de video los detalles del recorrido. Alguien se emociona frente al portento de las figuras y se escucha un sollozo, tal vez la fe se entiende como un encuentro entre la fragilidad humana y la naturaleza indescriptible de lo divino.
La procesión está compuesta por pasos, que proviene del latín passus, y significa escena. En este caso, es la plataforma donde se lleva a las imágenes religiosas. Hay siete pasos procesionales.
La primera en aparecer es la Cruz de Guía, que marca el inicio del desfile. Detrás está la banda de música que interpreta himnos religiosos y marciales durante toda la marcha. La Cofradía de la Vera Cruz es la organizadora de la Procesión Magna y camina con su estandarte y cruces.
A continuación, el primer paso es el de la Oración en el Huerto, que representa a Jesucristo en el Huerto de los Olivos. El segundo paso es la flagelación de Jesucristo por los soldados romanos. El tercer paso simboliza a Jesucristo siendo coronado con espinas por los soldados romanos.
El cuarto paso corresponde al Señor de las Tribulaciones, que personifica a Jesucristo en su camino al Calvario. El quinto paso es la Santa Mujer Verónica, que limpió el rostro de Jesucristo rumbo al Calvario. El sexto paso es el Cristo de La Laguna, que muestra al Redentor en la cruz.
El séptimo y último paso es el de la Virgen de los Dolores, la misma de Ecuador y España, y en cuyo rostro se describe el dolor de la madre frente a la muerte de su hijo.
La Semana Santa llega a su fin con el Domingo de Pascua. Refleja la emoción por la victoria de la vida sobre la muerte con el Cristo Resucitado, al cual Antonio Machado, menciona con devoción.
¡Oh, no eres tú mi cantar! ¡No puedo cantar, ni quiero, a ese Jesús del madero, sino al que anduvo en el mar!