Eso ha quedado atrás…

Luis Boloña reflexiona desde su yo acerca de una serie de rupturas que transformaron su cotidianidad. “La vida es un constante aprender de nuevo”, reflexiona.

LUIS BOLOÑA/PARA NOTIMERCIO

La mitad de mi rostro estaba dormida. Tenía el brazo izquierdo contracturado. Mi corazón pesaba y ardía. ¿Un infarto? Llévame al hospital, le pedí. Me estaba muriendo y no podía permitirme morir. Mis hijos, lo único que se repetía en mi cabeza. Acelera, insistí.

Ayúdame, por favor, le dije a la primera persona que vi al entrar a Emergencias. Me examinó. Todos sus signos vitales están normales, me dijo. Diagnóstico: a mis treinta y seis años acababa de experimentar mi primer ataque de pánico.

Voy a recetar pastillas para dormir, dijo el doctor. ¿Y cómo no? Llevaba semanas sin poder conciliar el sueño a pesar de intentarlo con valeriana y hasta con el Neuryl de mi abuela. 

Desde inicios del 2023, hasta los últimos meses del 2024, mi vida dio cambios drásticos, pero necesarios, que llegaron con esa ansiedad que no permite apagarte ni un minuto.

Lugares que consideré hogar se transformaron en campos hostiles, personas a las que creí familia desaparecieron en momentos cruciales (no hago responsable a nadie más que a mí, debo aprender a irme a tiempo). Lo que creía que era yo, dejó de serlo. Encontrarme cara a cara con la incertidumbre me sumergió en el miedo.

A mediados de 2023 había sido declarado hipertenso, continuaba sin poder dormir, mi cuerpo manifestaba mi deterioro mental, doce libras menos, lloraba mucho más de lo habitual, pero hubo un momento donde confirmé que algo andaba mal: “Es mejor que Dios regrese a la Tierra y nos lleve a todos”, me repetía.

¿Qué ocultaba mi deseo?

Supe que era tiempo de buscar ayuda. Integré a mi grupo de apoyo a una psicóloga, terapeutas holísticas y también a un psiquiatra. Sí, un psiquiatra. Fui diagnosticado con estrés postraumático y depresión. Empecé a tomar antidepresivos para hacer más llevadera la carga.

Fui juzgado: ¿por qué tomas pastillas?, ¡todo está en tu cabeza!. Pero a veces se necesita una boya hasta que se calme la marea.

Estuve sólo dos meses con las píldoras para la presión porque descubrí que no soy hipertenso. Hoy estoy tomando la última media pastilla antidepresiva y celebro esta victoria sobre mí: hace dos meses decidí dejarla, de manera progresiva, como lo recomiendan los expertos. ¿Es el momento de hacerlo? 

Si a lo largo de estos meses solté cosas mucho más significativas, ¿por qué no dejar las pastillas? Les agradezco, es hora de soltar la boya, es momento de nadar solo, aunque eso signifique tragar agua.

Sé que la vida son ciclos, que cuando pensamos que hemos aprendido, nos toca aprender de nuevo. Pero estoy más preparado que ayer. 

Hoy es el final de la batalla. 

Eso ha quedado atrás.

Y ahora, ¿qué vendrá?

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Notimercio · El periódico de Quito